No comprendo por qué me veo inundada de carteles, vídeos, declaraciones de buenas intenciones, etc, para celebrar el Día Internacional de la Discapacidad.
¿Celebrar?
Son todavía muchas las personas con diversidad funcional invisibilizadas, ignoradas, disciudadanas. Muchas las que están amordazadas en instituciones donde se les entretiene y “cuida”, en las que no figura el objetivo de fomentar un crecimiento personal que les lanzaría a un proyecto de vida digno. Muchas las que acceden a unos derechos laborales teñidos de velos moralistas y paternalistas. Muchos los jóvenes aislados porque en el mundo del ocio no hay sitio para su categoría.
Y hay, locos de nosotros, muchos niños y niñas fuera de juego. Niños a los que la escuela no acoge. Niños que suben rampas, que aprenden lenguajes universales, que no esquivan sino que superan obstáculos a diario, con una pasión y una fuerza de titanes… que son tratados dentro de la escuela como un defecto, como un menos que.
Niños y niñas que crecen como les dejan. Unos, agraciados por la buena voluntad de aquél docente al que no le asustan los retos. Otros, arrancando a mordiscos pedazos de derechos. Otros… encogiéndose cada día asfixiados por el techo de incompetencia, irresponsabilidad e ignorancia de unos profesionales asalariados que deberían garantizar las mismas oportunidades para todos.
“Hasta que todos los individuos de la sociedad no se encuentren plenamente integrados en ella no puede decirse que es una sociedad civilizada” (Albert Einstein)
No se trata de reivindicar en este día institucionalizado un conjunto de mejoras para el colectivo de personas con diversidad funcional. Primero, porque creo que cualquier avance por la senda de la inclusión social supone también una mejora de las condiciones de vida del conjunto de la población (mejor urbanismo, mejor transporte, mejor desarrollo tecnológico, mejor educación…) y que la participación real de las personas con diversidad funcional enriquece y valoriza a toda la sociedad. Y segundo, porque no se pide para este colectivo nada a lo que no tengan derecho el resto de los ciudadanos.
Se trata de la construcción de un auténtico, genuino y global sistema del bienestar. Y no porque se cumpla la Convención de los Derechos con Diversidad Funcional, sino porque somos capaces de ser diferentes.